Liliana Iriarte ya está retirada de sus actividades de investigación en el INTA Barrow, pero fue convocada lo mismo al primer Simposio Nacional de Colza que se realiza este jueves en el Centro Provincial de Convenciones de Paraná (Entre Ríos), y al que fue invitado Infocampo.
¿El motivo? Es una de las personas que más sabe en Argentina del cultivo de esta oleaginosa que ha tenido muchos vaivenes históricos, pero que en la actualidad busca definitivamente tomar vuelo dentro de la paleta agrícola nacional.
La analogía no es azarosa: por su alta producción de aceite, es un grano cada vez más demandado para la fabricación de biocombustibles o “biofuels” destinados a la aviación, debido a la demanda global de reducir el impacto ambiental y teniendo en cuenta que las empresas aerocomerciales son grandes emisoras de carbono.
Todo esto, en medio de un país que es el mayor exportador mundial de aceite de soja y que ya tiene una industria procesadora de oleaginosas consolidada a la vera del Río Paraná, que puede aprovecharse para transformar también este cultivo.
HISTORIA Y PRESENTE DE LA COLZA EN ARGENTINA
Por ese motivo, Iriarte no tuvo reparos en finalizar su disertación con una frase contundente: “Argentina es uno de los mayores países exportadores de aceites vegetales. Es relevante que el país comience a competir en este mercado, se está perdiendo un negocio muy importante”, enfatizó.
Antes, su charla estuvo enfocada en hacer una suerte de radiografía del cultivo de colza en Argentina, y el trabajo que vienen desarrollando desde el INTA en materia de mejoramiento genético y estudios agronómicos.
El INTA se une a la industria agroexportadora para potenciar el cultivo de colza
Como primera medida, Iriarte recordó que la colza es la segunda oleaginosa más producida a nivel global, solo por detrás de la soja y por encima del girasol.
Actualmente, los principales productores son Canadá, Europa y China, mientras que los principales consumidores son Estados Unidos, Europa, China e India.
En lo que respecta al trabajo a nivel local, la línea histórica de la colza comienza en la década del ’40, una época en que se comercializaba aceite de nabo, e incluso su cotización llegó a figurar en la pizarra de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
Luego en la década del ’60, de la mano del avance genético que tuvo en Canadá, comenzó a generarse un gran interés por parte de los mercados internacionales.
Así fue que en nuestro país, el INTA comenzó a alentar la introducción de variedades, y ya en los ’70 la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) y la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca comenzaron a impulsar el cultivo, al tiempo que la Junta Nacional de Granos estableció las primeras bases de comercialización que permanecen hasta estos días.
En ese mismo período histórico, fue la Chacra Experimental Barrow del INTA la que comenzó a concentrar la multiplicación, con la variedad canadiense ORO como base.
Pero el gran despegue del cultivo fue en los ’90, cuando se llegaron a implantar más de 50.000 hectáreas no solo de colza, sino de otros cultivos alternativos como lino y cártamo.
Sin embargo, los problemas de comercialización continuaron, hasta que en 2006 comenzó el programa de mejoramiento genético propio del INTA, con apoyo de la industria semillera, las empresas agroexportadoras, las proveedoras de fitosanitarios y las asociaciones de productores.
A partir de entonces, son cuatro las variedades propias que el INTA ya ha inscripto: Machacha, Guyunusa, Delfina y Floriana.
LAS VENTAJAS DEL CULTIVO DE COLZA
En este contexto, Iriarte enumeró las principales ventajas que tiene el cultivo de colza para que crezca más en el país:
Es un cultivo inverno-primaveral, lo que permite incorporarlo a la rotación, diversificando más el mapa agrícola, principalmente en zonas donde solo los cereales se siembran en esta época del año, o los cultivos de cobertura, pero no de renta.
Por sus características agronómicas, tiene una muy buena capacidad de adaptación a diferentes áreas, permite una mejor utilización de la maquinaria disponible, mejora la estructura del suelo y el manejo del agua en el perfil, abarata costos para el tratamiento de malezas y permite la realización de siembras de segunda.
En el aspecto de la rentabilidad del productor, además de aportar una renta en invierno, contribuye a dispersar riesgos agroeconómicos.
Para la industria aceitera, da la posibilidad de tener provisión de aceite vegetal en épocas en que su capacidad suele permanecer ociosa, precisamente porque se produce en un momento del año diferente a la soja y al girasol.
A nivel mundial, hay un mercado creciente de aceites y harinas, en el que la colza argentina se puede integrar perfectamente debido a su excelente calidad y a que, al producirse a contraestación en relación al resto del mundo, tiene mayor demanda del mercado.
Con la colza y la camelina a la cabeza, los “biofuels” aceleran en Argentina
LA COLZA EN ARGENTINA: SIEMBRA Y RENDIMIENTOS
Otro aspecto en el que hizo foco Iriarte fue en la poca estabilidad que ha tenido y sigue teniendo la colza en nuestro país.
La cantidad de hectáreas sembradas son un verdadero electrocardiograma, con un pico que llegó a casi 100.00 hectáreas hace una década (según datos de la Secretaría de Agricultura de la Nación) y una abrupta caída posterior.
Actualmente, la superficie se ha estabilizado en torno a entre 25.000 y 30.000 hectáreas, pero ese “techo” alcanzado hace 10 años muestra que hay posibilidades de crecer con fuerza.
Estudio de la FAUBA: el ranking de los cultivos de invierno que mejor soportan inundaciones
En este marco, un dato saliente es que los rendimientos en promedio son muy buenos, entre 1.500 y 2.000 kilos por hectárea. “Hay que tener en cuenta que en muchos casos se logran en ambientes muy limitantes”, valoró la experta.
De todos modos, el plus de la colza argentina no está en su volumen sino en su calidad: los ensayos realizados por el INTA muestran en distintas localidades medidas (Paraná, Tucumán, Barrow, Balcarce y Concepción del Uruguay), y también en cuanto a las variedades, que todos superan la base de comercialización que es un contenido del 43% de aceite.
LAS TAREAS PENDIENTES PARA IMPULSAR LA COLZA
Para Iriarte, en definitiva, “Argentina presenta ventajas competitivas” importantes para la producción de colza, como sus condiciones climáticas y edáficas que permiten producir “un cultivo de muy buena calidad, para abastecer los mercados más exigentes”.
Asimismo, insistió en el potencial de una industria aceitera muy desarrollada “que puede procesar esta oleaginosa sin competir con el girasol y la soja”, y que puede “abastecer a los principales importadores en contraestación”.
Sin embargo, un tema clave es que hay varias cuentas pendientes por resolver para que esa estrategia pueda avanzar.
Por ejemplo, el desconocimiento que tienen muchos productores sobre la colza, sus características agronómicas, y también su modo de comercialización.
Según un monitoreo realizado por el INTA, los productores consideran que es difícil sembrarla y pretenden más información sobre cómo cosechar un cultivo que aporta un grano muy pequeño.
“Hay que incrementar las actividades de investigación, desarrollo y transferencia de tecnología. También fortalecer los equipos de trabajo para mejorar y aumentar la investigación y difusión. Hay muy poca gente trabajando en el cultivo”, remarcó.
También sugirió dar mayor difusión de conocimientos relativos a implantación, cosecha y sanidad, que hoy constituyen las mayores preocupaciones tranqueras adentro; y reforzar la genética disponible.
Otro punto no menor es la necesidad de que se registren más productos fitosanitarios para atender las necesidades del cultivo. Comparó que en Uruguay y Paraguay hay muchos más inscriptos que en nuestro país.
Por último, apuntó que deberían también eficientizarse los servicios de acondicionamiento, almacenaje y transporte, y cerró: “Se necesita el compromiso de los participantes de esta cadena de valor para poder afianzar el cultivo”.