Fundó su empresa en la crisis del 2001 y ahora sueña con saltar desde el Alto Valle hacia la zona núcleo

La diversidad de industrias que componen a la producción de vino en nuestro país fue algo que quedó a la vista de todos los que visitaron la Sitevinitech, en Mendoza: se trata de una cadena por demás variada, con ramificaciones para todos los gustos.

Una de las empresas que llegó al complejo Las Naves y tuvo su propio stand  fue Agricheck, pyme rionegrina con un poco más de 20 años de historia en el agro de la región del Alto Valle, pero que con el paso del tiempo fue sumando producciones además de la fruticultura, y forjó lazos con la cadena de la uva y el vino.

El fundador de la empresa es Luis María Leguizamón, quien actualmente se mantiene en el cargo de director. Por estos días la firma busca mantener la cercanía con los productores y dar a conocer sus productos más allá de las frutas y el mundo del vino.

Ya lo hace en el cinturón hortícola de La Plata, como también con la citricultura de Entre Ríos y Tucumán.

Sin embargo, el gran desafío para esta pequeña firma pasa por dar el salto más grande de los que llevan hasta ahora: alcanzar una escala que les permita desembarcar en la zona múcleo, abastecer a los grandes commodities del agro y presentarse el año que viene en Expoagro.

De hecho, ya estuvo también en la reciente Agroactiva, donde presentó sus desarrollos para tratamiento de semillas.

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En una charla con Infocampo en Mendoza, Leguizamón recordó los inicios de la compañía en un turbulento 2001, pero también aquella convicción que lo llevó a salir a rodar con su proyecto en la espalda.

UNA HISTORIA DE EMPUJE

-¿Cómo fue la creación de la empresa en 2001?
-Fueron años más de coraje que de fundamentos económicos, y un desafío enorme porque nos agarró en el medio de la pesificación asimétrica, así que tuvimos que honrar la deuda con nuestros proveedores a un tipo de cambio de $3 mientras nosotros cobrábamos a $1,40.

-¿Cómo hiciste para financiarte en el arranque?
-Yo justo estaba saliendo de una compañía en la que trabajé muchos años y había cobrado la indemnización. Y de esa manera pude afrontar ese compromiso. El hecho de haber honrado estos compromisos nos permitió renovar el crédito y empezar a crecer.

-¿Que leíste de la situación en aquel momento?
-Fueron dos factores concurrentes: la empresa que compró a la compañía donde yo trabajaba tenía su propia representación en el Valle de Río Negro, que es donde empezamos, y así mismo yo no quería discontinuar el trabajo que había hecho durante más de 10 años, que fue el desarrollo de la técnica de confusión sexual de insectos. Quería continuar con esa dinámica y combatir las plagas con métodos que no sean invasivos o contaminantes, y ahí me quedé.

Dicha técnica consiste en la utilización de difusores de feromonas sintéticas. Las mismas confunden al macho para dificultar la localización de la hembra y evitan de ese modo el apareamiento, con lo cual se impide que la hembra resulte fecundada. ¿El resultado final? Se interrumpe la evolución de la plaga, gran dolor de cabeza de los productores.

En los tiempos que siguieron Leguizamón se focalizó en el combate a las plagas en los frutales, y siempre con la línea de lo sustentable. El detalle, no menor, es que por aquellos días el término ‘sustentabilidad’ no contaba con la consideración actual.

Ahora está de moda, pero hace 20 años no era muy común. Al principio cuando le proponíamos a los productores controlar las polillas de una manera muy extraña, con feromonas, nos miraban raro”, recuerda.

-¿Qué se usaba?
-Insecticidas fosforados, que eran muy invasivos. Así que fue un camino por recorrer con muchos desafíos y hubo un factor concurrente, que nuestros proveedores a los que fuimos incorporando también tenían productos para otros cultivos, más allá de lo frutal. Así fue como de a poquito fuimos empezando a tener propuestas para los viñedos, como es el caso de esta Sitevinitech. Eso fue creciendo y consolidando con ofertas de mucha calidad y a su vez los frutales fueron retrocediendo en cuanto a importancia relativa. Entonces eso también nos impulsó a no quedarnos con los brazos cruzados y buscar nuevos horizontes. Comenzamos con el cítrico en el Litoral, en Tucumán también, y así fuimos buscando distintas alternativas.

LA EMPRESA, HOY

“Somos 15 personas, somos una empresa aun familiar. Pero ya tenemos un plan de contratación de nuevos profesionales y tenemos presencia en el Litoral.  Tenemos también en el “cinturón verde hortícola” de Buenos Aires y La Plata, y estamos con planes ambiciosos para la zona núcleo”, expone.

La clave de este importante movimiento está en la asociación con Andermatt, compañía suiza que desde hace tiempo se desarrolla en la actividad. “Ellos nos proveen de una línea muy novedosa de bacterias que solubilizan fósforo y a su vez ahuyentan a otros organismos que son nocivos para los cultivos y en esa línea estamos trabajando con bioestimulantes y biofertilizantes”, contó.

El entusiasmo en la empresa, remarcan, son los resultados que observan en cultivos como soja, maíz, trigo y arroz.

-¿Cómo fueron los vínculos con el INTA?
-Comenzamos con el INTA Paraná porque en el Litoral los suelos tienen más retención del fósforo. Como estas bacterias solubilizan o hacen más absorbible el fósforo y más disponible para los cultivos, comenzamos por allí. Y justamente caímos en el momento en el cual estaban haciendo toda una investigación general sobre distintas empresas y nuestro producto mostró dos cosas fundamentales: que tenía buena cantidad de esporas, que son las formas de resistencia en lo que viene formulado en estas bacterias como ningún otro producto.

-¿Cómo logran eso?
-A través de Andermatt. Son materiales que vienen de Alemania y ellos tienen un expertise muy marcado en lo que es propagar esta forma de resistencia en esporas, que hacen que este producto pueda conservarse durante dos años en estantería. E incluso, la semilla puede ser tratada y estar hasta 300 días para sembrar sin perder la eficacia. Una vez que la semilla germina, se emite la raicilla y ahí empieza la bacteria a germinar y a interactuar proveyendo de estos nutrientes. Y la raíz provee de azúcar para que la bacteria pueda vivir.

-¿Cómo se traduce en rendimientos?
-Todo ese círculo virtuoso ha dado rendimientos en soja de 500 kilos más cuando el testigo tenía 3000, los nuestros tenían 3500. Hemos trabajado con el INTA de Pergamino, hemos hecho en Balcarce, hemos hecho con la experimental obispo Colombres de Tucumán, y un montón de  redes de ensayos que muestran la solvencia de esto.

PENSAR EN EXPOAGRO

-¿Cómo se piensa un desembarco comercial a la Zona núcleo y Expoagro?
-Es un enorme desafío, porque es jugar a otro juego. Justamente me decía un asesor que es como jugar bien al ping pong y que de repente te lleven a una cancha de tenis. Vamos con mucha cautela, aprendiendo paso a paso y armando una red que queremos que sea armónica. Queremos que el distribuidor haga un buen asesoramiento, que no solo despache. No tenemos apuro en un crecimiento extraordinario sino que queremos crecer de manera sostenida. Y con la filosofía de que nuestros partners tengan la línea del cuidado del medio ambiente y que nosotros proveemos que es netamente biológico.

-¿Qué te genera esto al recordar los inicios de la empresa?
-Cuando trabajaba en una compañía multinacional la mayoría de mis compañeros estaban en la zona núcleo. Yo era el loco que estaba en los frutales. Mantengo el contacto con ellos y muchas veces me piden información y me asesoran, así que ahora empiezo a ver lo que antes escuchaba en los análisis de mercado, que ha cambiado, pero los fundamentos siguen siendo los mismos. Así que hoy siendo un veterano tengo muchas ganas de aprender y me satisface tener un equipo de gente joven con muchas ganas.

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