En el mundo del vino nadie quiere perderse la exposición que genera la gran vidriera del malbec, la cepa que encontró en Argentina su verdadero lugar en el mundo. Y a Cuyo como principal sitio para su desarrollo.
Pero el crecimiento que mostró en los últimos 20 años alentó también a que otras zonas del país busquen replicar el éxito del Valle de Uco mendocino. La larga lista de indicaciones geográficas que fue anexando el Instituto Nacional de Vitivinicultura al listado oficial así lo comprueba.
La provincia de Buenos Aires, en ese camino, comenzó también a desarrollar hace varios años producciones a escala cada vez más prometedoras. Hay desarrollos de cada vez más peso en la zona costera de Chapadmalal y también en Sierra de la Ventana.
Incluso con un vino malbec creado en Saldungaray, por la bodega de nombre homónimo, fue el puntapié inicial para que hoy Buenos Aires pueda, por primera vez, contar con una cepa propia.
CÓMO ES EL MALBEC BONAERENSE
¿Qué sucedió? Científicos de la Universidad Nacional de Quilmes le dieron continuidad a lo largo de 17 años al aislamiento de bacterias lácticas de la región.
Se trata de un trabajo arduo y paciente que el equipo del Laboratorio de Microbiología Molecular (LMM) inició para estudiar las cepas enológicas de diferentes regiones de la Argentina.
Y con eso, como gran objetivo, poder identificar y caracterizar las bonaerenses.
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“Es un malbec inoculado con una cepa de Lactiplantibacillus plantarum obtenida a partir de un vino bonaerense de la bodega Saldungaray”, informó Gabriel Rivas, integrante del LMM. Se trata de vinos producidos entre 2017 y 2020.
Rivas, licenciado en Biotecnología y Doctor en Ciencia y Tecnología, sostuvo también que “se han realizado los aislamientos de distintas especies de bacterias de ácido láctico a partir de las cuales se seleccionaron aquellas con las mejores propiedades tecnológicas y enológicas, a fin de formular un iniciador de fermentación maloláctica”.
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Según reveló la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires, el equipo de la Universidad de Quilmes había obtenido en 2016 un subsidio de la Comisión de Investigaciones Científicas.
El mismo les permitió sostener su investigación y no perder el entusiasmo. El estudio de “diversidad bacteriana” a través de una secuenciación masiva requiere de técnicas de última generación. Y tenacidad por parte de los profesionales.
De ese modo, con el apoyo también del Centro de Enólogos de Buenos Aires (CEBA), el 26 de agosto pasado se logró embotellar la primera tanda del “vino tinto casero” generado con este desarrollo.